10 Marchando contra Timoteo, se alejaron de allí nueve estadios,
cuando le atacaron no menos de 5.000 árabes y quinientos jinetes.
11 En la recia batalla trabada, las tropas de Judas lograron la victoria,
gracias al auxilio recibido de Dios; los nómadas, vencidos, pidieron a Judas
que les diera la mano, prometiendo entregarle ganado y serle útiles
en
adelante.
12 Judas, dándose cuenta de que verdaderamente en muchos casos
podían ser de utilidad, consintió en hacer las paces con ellos; estrechada la
mano se retiraron a las tiendas.
13 Judas atacó también a cierta ciudad fortificada con terraplenes,
rodeada de murallas, y habitada por una población mixta de varias naciones,
por nombre Caspín.
14 Los sitiados, confiados en la solidez de las murallas y en la
provisión de víveres, trataban groseramente con insultos a los hombres de
Judas, profiriendo además blasfemias y palabras sacrílegas.
15 Los hombres de Judas, después de invocar al gran Señor del
mundo, que sin arietes ni máquinas de guerra había derruido a Jericó
en
tiempo de Josué, atacaron ferozmente la muralla.
16 Una vez dueños de la ciudad por la voluntad de Dios, hicieron una
indescriptible carnicería hasta el punto de que el lago vecino, con
su
anchura de dos estadios, parecía lleno con la sangre que le había llegado.
17 Se alejaron de allí 750 estadios y llegaron a Járaca, donde los
judíos llamados tubios.
18 Pero no encontraron en aquellos lugares a Timoteo, que al no
lograr nada se había ido de allí, dejando con todo en determinado lugar una
fortísima guarnición.
19 Dositeo y Sosípatro, capitanes de Macabeo, en una incursión
mataron a los hombres que Timoteo había dejado en la fortaleza, más
de
10.000.
20 Macabeo distribuyó su ejército en cohortes, puso a aquellos dos a
su cabeza y se lanzó contra Timoteo que tenía consigo 20.000
infantes y
2.500 jinetes.
21 Al enterarse Timoteo de la llegada de Judas, mandó por delante las
mujeres, los niños y el resto de la impedimenta al sitio llamado
Carnión;
pues era un lugar inexpugnable y de acceso difícil, por la angostura
de
todos sus pasos.
22 En cuanto apareció, la primera, la cohorte de Judas, se apoderó de
los enemigos el miedo y el temor al manifestarse ente ellos Aquél que todo
lo ve, y se dieron a la fuga cada cual por su lado, de modo que
muchas
veces eran heridos por sus propios compañeros y atravesados por las puntas
de sus espadas.
23 Judas seguía tenazmente en su persecución, acuchillando a
aquellos criminales; llegó a matar hasta 30.000 hombres.
24 El mismo Timoteo cayó en manos de los hombres de Dositeo y
Sosípatro; les instaba con mucha palabrería que le dejaran ir salvo,
pues
alegaba tener en su poder a parientes entre los cuales había
hermanos de
muchos de ellos, de cuya vida nadie se cuidaría.
25 Cuando él garantizó, después de muchas palabras, la
determinación de restituirlos sanos y salvos, le dejaron libre con ánimo de
liberar a sus hermanos.
26 Habiéndose dirigido al Carnión y al Atargateion, Judas dio muerte
a 25.000 hombres.
27 Después de haber derrotado (y destruido) a estos enemigos, dirigió
una expedición contra la ciudad fuerte de Efrón, donde habitaba Lisanias,
con una multitud de toda estirpe. Jóvenes vigorosos, apostados ante
las
murallas, combatían con valor; en el interior había muchas reservas de
máquinas de guerra y proyectiles.
28 Después de haber invocado al Señor que aplasta con energía las
fuerzas de los enemigos, los judíos se apoderaron de la ciudad y abatieron
por tierra a unos 25.000 de los que estaban dentro.
29 Partiendo de allí se lanzaron contra Escitópolis, ciudad que dista
de Jerusalén sesenta estadios.
30 Pero como los judíos allí establecidos atestiguaron que los
habitantes de la ciudad habían sido benévolos con ellos y les habían dado
buena acogida en los tiempos de desgracia,
31 Judas y los suyos se lo agradecieron y les exhortaron a que
también en lo sucesivo se mostraran bien dispuestos con su raza. Llegaron a
Jerusalén en la proximidad de la fiesta de las Semanas.
32 Después de la fiesta llamada de Pentecostés, se lanzaron contra
Gorgias, el estratega de Idumea.
33 Salió éste con 3.000 infantes y cuatrocientos jinetes,
34 y sucedió que cayeron algunos de los judíos que les habían
presentado batalla.
35 Un tal Dositeo, jinete valiente, del cuerpo de los tubios, se apoderó
de Gorgias, y agarrándole por la clámide, le arrastraba por la fuerza con el
deseo de capturar vivo a aquel maldito; pero un jinete tracio se echó sobre
Dositeo, le cortó el hombro, y Gorgias huyó hacia Marisá.
36 Ante la fatiga de los hombres de Esdrías que llevaban mucho
tiempo luchando, Judas suplicó al Señor que se mostrase su aliado y
su
guía en el combate.
37 Entonó entonces en su lengua patria el grito de guerra y algunos
himnos, irrumpió de improviso sobre las tropas de Gorgias y las derrotó.
38 Judas, después de reorganizar el ejército, se dirigió hacia la ciudad
de Odolam. Al llegar el día séptimo, se purificaron según la
costumbre y
celebraron allí el sábado.
39 Al día siguiente, fueron en busca de Judas (cuando se hacía ya
necesario), para recoger los cadáveres de los que habían
caído y
depositarlos con sus parientes en los sepulcros de sus padres.
40 Entonces encontraron bajo las túnicas de cada uno de los muertos
objetos consagrados a los ídolos de Yamnia, que la Ley prohíbe a
los
judíos. Fue entonces evidente para todos por qué motivo habían sucumbido
aquellos hombres.
41 Bendijeron, pues, todos las obras del Señor, juez justo, que
manifiesta las cosas ocultas,
42 y pasaron a la súplica, rogando que quedara completamente
borrado el pecado cometido. El valeroso Judas recomendó a la multitud
que se mantuvieran limpios de pecado, a la vista de lo sucedido por
el
pecado de los que habían sucumbido.
43 Después de haber reunido entre sus hombres cerca de 2.000
dracmas, las mandó a Jerusalén para ofrecer un sacrificio por el
pecado,
obrando muy hermosa y noblemente, pensando en la resurrección.
44 Pues de no esperar que los soldados caídos resucitarían, habría
sido superfluo y necio rogar por los muertos;
45 mas si consideraba que una magnífica recompensa está reservada a
los que duermen piadosamente, era un pensamiento santo y piadoso.